viernes, 17 de mayo de 2013

Ser maestro


Formar abogados de los nuevos tiempos es un ejercicio aún más difícil. Es luchar a contracorriente para evitar sean atrapados por el conformismo y el conservadurismo frívolo que los empuja al elitismo, a que miren a la gente como objeto y únicamente como fuente de ganancia.
Enseñar derecho en las universidades te obliga a erradicar la falsa idea de que las normas jurídicas pueden estar por encima de la realidad, incluso de las necesidades de la mayoría de la población.
Es común en los abogados tradicionales conciban al derecho como algo irreductible, imposible de cambiar. Para ellos primero están las normas antes que las personas; el individuo sobre la colectividad, primero yo y luego los demás.
Cada vez que llego al salón de clases, me cuesta trabajo explicar porque las normas jurídicas carecen de lógica y que su objetivo no es alcanzar la justicia. Los jóvenes preguntan constantemente en clase, por qué las normas reglamentarias que buscan proteger a la población son tan confusas que hacen imposible su aplicación.
La mayoría de las normas jurídicas carecen de lógica, muchas de ellas están mal redactadas a propósito, algunas hasta parecen discurso, como eso de que la justicia debe ser “pronta, completa e imparcial”. Basta asomarse a la ventana de la realidad para descubrir que esa frase es una mentira, que en realidad la justicia se encuentra atrapada en litigios tortuosos de muchos años.
Los jóvenes por naturaleza son críticos y esperan de sus profesores verdaderos aportes. Más aún cuando su espacio alcanzado en una universidad pública ha significado una verdadera odisea; más del noventa por ciento de los solicitantes son rechazados.
El papel del profesor es saber transmitir conocimientos. Esa es una preocupación constante quienes estamos frente a un grupo de estudiantes. ¿Cómo evitar la monotonía? Es común escuchar críticas a grandes doctos convertidos en profesores incapaces de transmitir conocimientos.
Lograr la atención en clase es la preocupación constante. Hay ocasiones en que los alumnos aparentan poner atención, miran fijamente al profesor, al pizarrón o escriben como si tomaran nota, pero en realidad su mente está muy lejos del salón de clases.
Dar clases de derecho procesal, a las siete de la mañana, es toda una experiencia. ¿Cómo lograr mantenerlos despiertos y atentos durante toda la clase? Evitar por cualquier motivo únicamente leer la ley o largos textos, dar clases huecas, tediosas, monótonas porque es la peor tragedia para los alumnos.
Lograr que los alumnos aprendan a razonar el derecho, comparando lo que sucede en la realidad, debe ser una prioridad. Manejar el derecho mejor que sus contrarios y los propios juzgadores. Nunca alejarse de las personas. Dignificar el papel del abogado, anteponiendo la honestidad como un elemento esencial en la profesión, debe ser la misión de cualquier profesor de derecho.
Lograr la solvencia de los futuros abogados, la firmeza en sus ideas, la fortaleza de sus alegatos. Convencerlos que es fundamental sepan redactar sus ideas de manera clara, sencilla y sin rodeos; que aprendan a hablar con soltura, con mucha seguridad, debe ser una prioridad en la enseñanza universitaria.
Cuando les pido a mis alumnos visiten los tribunales y conozcan a los juristas en su tarea diaria, generalmente se ven sorprendidos por la preparación de muchos de ellos, pero su sorpresa es mayor al encontrarse con abogados que ostentan cedula profesional y ni siquiera saben defender a sus representados. Actúan de manera titubeante, sin saber expresarse ante su contrario. ¡Qué pena! me dicen mis jóvenes alumnos.
En las visitas a los tribunales mis discípulos se han encontrado con abogados que les explican sin reserva, sin egoísmo, los secretos del quehacer judicial.
–Revisa este expediente, llévate copias de las audiencias, consulta este libro, no olvides nunca la jurisprudencia, debes ser siempre sencillo.
En mi experiencia guardo mucho afecto a las mecanógrafas que dan forma a las actas de las audiencias. Ellas han sido mis formadoras como abogado al entender lo que esconde cada expediente, reconocer esas letras pequeñas, las más recónditas para ganar un caso. Hallar esos misterios de las normas indescifrables y esos acertijos transmitirlos a mis alumnos.
Mientras reflexiono sobre el papel de los profesores y alumnos en los nuevos tiempos, apuro mi camino por los pasillos de la Universidad, para entrar a mi salón de clases…
Twitter: @Manuel_FuentesM

1 comentario:

  1. Realmente la labor del profesor de derecho, es cada vez mas ardua, ya actualmente nos enfrentamos a diversos cambios como lo son la reforma Constitucional, el juicio de Amparo, el procedimiento penal acusatorio, la oralidad mercantil, los medios alternativos de justicia, etc. etc. por lo que nos hace, no solo profesor sino a la vez estudiante, lo que implica una doble responsabilidad, saber trasmitir nuestros conocimientos y saber ser receptivos de nuevos conocimientos.

    ResponderEliminar