sábado, 11 de mayo de 2013

La Suprema Corte, Schopenhauer y el arte de insultar


En los últimos días, han circulado algunos textos críticos -de Jesús Silva-Herzog en el diario Reforma y Estefanía Vela en este mismo espacio- en contra de la sentencia de la Suprema Corte de Justicia que trazó un límite a la libertad de expresión cuando se aprovecha ésta para lanzar expresiones insultantes; en concreto, las frases de “puñal” y “maricón”. Una de las críticas clave que han esgrimido estos textos en contra de esta decisión de la Primera Sala, es su concepción de la libertad de expresión que no alcanza para proteger la expresiones insultantes. Esto es, el paraguas de protección de este derecho no cubre aquellos discursos vejatorios e impertinentes que no aportan idea alguna y cuyo único propósito es sólo ofender. Dice Silva-Herzog:
Los ministros que se han pronunciado por excluir palabras del vocabulario constitucionalmente admisible asumieron el poder de rehacer el lenguaje… en nuestro beneficio. Con gruesa tinta negra ha tachado dos palabras como generadoras de tales daños que deben considerarse impronunciables. ¿Redactará la Suprema Corte de Justicia un diccionario de palabras saludables e inofensivas que podemos usar sin lastimar a nadie? Si ya hay dos palabras ilícitas, mañana puede haber diez y la semana siguiente diez mil. De acuerdo a los criterios que la Primera Sala expuso, no será difícil emprender esa limpia del lenguaje: simplemente habrá que detectar los vocablos que ofenden a una categoría personas y ya está: la Corte las proscribirá. Una resolución ambigua y francamente peligrosa para el clima de libertad de expresión en el país que, para sumarle ofensa al absurdo, otorga el privilegio de usarlas en exclusiva a los artistas y a los científicos.
No es la primera vez que nuestra Suprema Corte sostiene este criterio. En el caso La Jornada vs. Letras Libres estableció justamente que la Constitución no protege ningún derecho al insulto. Sin embargo, en este último asunto aplicó por primera vez este rasero. ¿El resultado? Un criterio carente de una reflexión profunda sobre el papel del insulto en una dinámica democrática, mal aterrizado al caso concreto, sin considerar el contexto de éste y sin prestar atención siquiera a un aspecto medular: la capacidad de respuesta de la persona “insultada” -no hay que olvidar que el pleito se suscitó entre dos editorialistas de un par de periódicos de provincia.

Pero más que insistir en los errores de esta decisión, me interesa rescatar algunos de los mejores exponentes del arte del insulto que hoy en día, de acuerdo a la sentencia de la Corte, su libertad de expresión podría estar protegida al considerar sus insultos como parte del discurso científico y artístico, pero que en su momento no pocos de ellos también fueron lanzados en periódicos, panfletos, cartas… con el único ánimo de ofender al prójimo. Pienso, por ejemplo, en tan sólo unos ejemplos: la obra de G. K. Chesterton, William Hazlitt, Fernando Vallejo, los Ensayos impopulares de Bertrand Russell, la demoledora carta de Robert Hughes “La Sohoiada o la mascarada del arte” y las vejatorias e impertinentes expresiones de Roberto Bolaño en contra de Octavio Paz.
Para los interesados en este estimulante arte, es consulta obligada el libro de Héctor de Anaya El arte de insultar. Obra resultado de una investigación de casi una década para rescatar los mejores insultos a lo largo de la historia de la humanidad. Sin olvidar, por supuesto, la ráfaga de insultos de Arthur Schopenhauer que se compilaron también bajo el título de El arte de insultar y que aquí transcribo algunos de sus dardos punzantes:
  • Otras partes del mundo tienen monos; Europa tiene franceses. Una cosa compensa la otra.
  • Hegel: dilapidador de papel, tiempo y cerebros.
  • Denominar bello sexo al género de corta estatura, hombros estrechos, caderas anchas y piernas cortas sólo podría hábersele ocurrido al intelecto masculino, ofuscado como está por el instinto sexual; instinto en el que cabe retrotraer toda la belleza de aquel género.
  • Hay críticos que consideran que depende de ellos establecer lo que es bueno y malo, y confunden su trompeta de juguete con los clarines de la fama.
  • El escándalo filosófico de los últimos cincuenta años no se hubiera producido de no ser por las universidades y el público estudiantil que asimilaba crédulo todo lo que se le ocurriera decir al catedrático de turno
  • Esos establos como pienso que son las cátedras constituyen, en términos generales, el entorno ideal para los rumiantes.
  • [Químicos que desean filosofar] Alguien debería decirles a estos señores de tubos de ensayo y retortas que la química por sí sola capacita para ser boticario, pero no filósofo.
  • Una gran cantidad de malos escritores vive enteramnete de esa estupidez del público consistente en no querer leer nada excepto lo impreso el mismo día: me refiero a los periodistas. ¡Merecen el nombre que llevan en alemán [Journalisten]! Traducido literalmente reza: jornaleros.
  • Exageraciones de todo tipo son tan características de la jerizonga periodística como del arte dramático. Pues se trata de sacarle mayor provecho posible a cualquier suceso. De ahí que todos los escritores de periódicos sean alarmistas de oficio: ésa es su manera de hacerse interesantes. En ello no se diferencian, por cierto, del perro pequeño que, al más mínimo movimiento, empieza a ladrar fuertemente.
  • El propio pueble elegido de Dios no nos permite olvidar que, tras haber hurtado en Egipto, por orden expresa de Jehová, las vasijas de oro y plata que sus antiguos y confiados amigos les habían prestado, emprendió, con el asesino de Moisés a la cabeza, su campaña de rapiña y asesinatos a través de la tierra prometida, para arrebatársela a sus legítimos dueños, por ser ‘tierra de promisión’, ya que aquel mismo Jehová había ordenado que no fuesen a tener pieda de nadie; y así, mataron y exterminaron sin piedad a todos los habitantes, incluyendo mujeres y niños (Josué, 10 y 11), por el solo hecho de qu eno habían sido circuncidados y no conocían a Jehová…

Saúl López Noriega. Profesor e investigador de tiempo completo del departamento de Derecho del ITAM. Twitter: @slopeznoriega

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