jueves, 30 de mayo de 2013

DECÁLOGO PARA EL BUEN COMPORTAMIENTO ECONÓMICO DEL GOBIERNO

DECÁLOGO PARA EL BUEN

COMPORTAMIENTO ECONÓMICO DEL GOBIERNO


I.-

Una y otra vez los países enfrentan crisis que, a falta de una palabra mejor, podemos llamar macroeconómicas, para diferenciarlas de los problemas microeconómicos que, en el ámbito de la actividad económica, son, dada la naturaleza misma de dicha actividad, lo habitual. Una cosa es un problema enfrentado por un agente económico y otra una crisis que afecta a todas las actividades económicas y que perjudica a la mayoría de los agentes económicos.

Los problemas que, de manera individual, enfrentan los agentes económicos, son siempre el efecto de alguna mala decisión tomada por ellos mismos, mala decisión que puede tener su causa en variables que van, desde la incertidumbre propia del entorno económico, hasta la imprudencia en su comportamiento. Por el contrario, las crisis económicas que afectan a todas las actividades económicas, y que por ello perjudican a la mayoría de los agentes económicos, (comenzando por aquello quienes no cuentan con la suficiente capacidad para enfrentar, con mayor productividad y competitividad, las crisis), son consecuencia de lo que, con toda propiedad, podemos llamar mal comportamiento del gobierno, consecuencia de la puesta en práctica de políticas económicas equivocadas, tanto en lo fiscal como en lo monetario, como en lo industrial y lo comercial, por citar solamente cuatro.

Convencido de que las crisis económicas son siempre el resultado del mal comportamiento del gobierno, mismo que tiene su causa en la creencia de que el gobierno, por la vía de sus políticas económicas, lo puede todo, y que dado que lo puede todo lo debe todo[1], he redactado El decálogo para el buen comportamiento económico del gobierno, a favor de la libertad individual, la propiedad privada y la competencia (misma que es posible, como se verá a lo largo de estos escritos, en la medida en la que se respeta la libertad individual y la propiedad privada), los tres pilares del progreso económico, definido como la capacidad para producir más y mejores bienes y servicios, para un mayor número de gente.

Pero no solamente que el sistema económico basado en la libertad individual, la propiedad privada y la competencia sea el más eficaz para conseguir esa mayor producción, de mejores bienes y servicios, para un mayor número de gente, sino que es el único que respeta los derechos naturales de la persona a la libertad individual y a la propiedad privada, respeto que, además de ser la base de la convivencia civilizada, da como resultado la mayor competencia posible, en todos los sectores de la actividad económica, y en todos los mercados de la economía, lo que se traduce en la trilogía de la competitividad: menores precios, mayor calidad y mejor servicio, beneficiando a los consumidores a partir del mejor uso posible, de parte de los oferentes, de los factores de la producción con los que cuentan, mismos que, por ser escasos y de uso alternativo, deben usarse de la mejor manera posible, lo cual quiere decir, uno, para producir lo que los consumidores valoran y, dos, para producirlo al menor precio, con la mayor calidad y con el mejor servicio posibles. El respeto a la libertad individual y a la propiedad privada de los agentes económicos es, además de lo justo, lo más eficaz.

II.-
A continuación transcribo El decálogo para el buen comportamiento económico del gobierno.

I.- Reconocerás plenamente, definirás puntualmente, y garantizarás jurídicamente, la libertad individual para trabajar y emprender, invertir y producir, distribuir y comerciar, consumir y ahorrar, así como la propiedad privada sobre los medios de producción, el patrimonio y los ingresos.

 II.- Aceptarás que toda persona tiene el derecho de realizar la actividad económica que elija, tanto por el lado de la producción como del consumo, siempre y cuando al hacerlo no atente en contra de la vida, la propiedad y la libertad de los demás. Con pocas palabras: no limitarás, salvo cuando al no hacerlo se atente en contra de los derechos de los demás, la libertad de los agentes económicos.

III.- Aceptarás que toda persona tiene derecho al producto íntegro de su trabajo. Dicho de otra manera: no limitarás la propiedad sobre los ingresos, el patrimonio y los medios de producción, salvo por la parte de los mismos que necesites, y obtengas por medio del cobro de impuestos, para, de manera igual, garantizar la seguridad contra la delincuencia e impartir justicia.

IV.- Reconocerás que, además de la libertad individual y la propiedad privada, la competencia, sobre todo entre oferentes, es condición necesaria del progreso económico, razón por la cual no impondrás, por ningún motivo, ninguna medida que la limite. Por el contrario: harás todo lo posible para promoverla y defenderla, comenzando por los sectores estratégicos.

V.- Aceptarás que, además de la libertad individual, la propiedad privada y la competencia en todos los sectores de la actividad económica y en todos los mercados de la economía, una moneda sana y fuerte, que mantenga la estabilidad de precios y preserve el poder adquisitivo de consumidores y ahorradores, es requisito del progreso económico, por lo que, uno, no generarás inflación y, dos, combatirás la que, de manera espontánea, se genere en los mercados.

VI.- Reconocerás, como grave error, tanto desde el punto de vista de la economía, como de la justicia, el otorgamiento de privilegios (apoyos, protecciones, subsidios, concesiones monopólicas, etc.), a favor de grupos de intereses pecuniarios, independientemente de que sean productores o consumidores, razón por la cual, en ningún caso, por ningún motivo, y en ninguna medida, los concederás, aceptando que tu participación en la esfera económica debe ser neutral.

VII.- Aceptarás, como falta peligrosa, el déficit presupuestario y, por ello, el endeudamiento, motivo por el cual, por ninguna causa y en ningún monto, te endeudarás: financiarás todo tu gasto, única y exclusivamente, con impuestos (como al final de cuentas sucede).

VIII.- Reconocerás, como error grave, la manipulación de precios, cualesquiera que estos sean, motivo por el cual te abstendrás de practicarla.

IX.- Aceptarás que el sistema impositivo correcto es el del impuesto único (ni uno más), homogéneo (la misma tasa en todos los casos), universal (sin excepción de ningún tipo), no expoliatorio (para que su cobro no degenere en un robo con todas la de la ley), al consumo (no al ingreso, no al patrimonio), aceptación que te llevará a ponerlo en práctica.

X.- Reconocerás que tu tarea en la economía no es la de intervenir en las decisiones, elecciones y acciones que los agentes económicos lleven a cabo, sino la de minimizar el costo de transacción de las mismas; que no es la de modificar, de manera coactiva y a favor de uno de ellos, los acuerdos a los que lleguen productores y consumidores, oferentes y demandantes, sino la de velar por el cumplimiento de los mismos; que no es la de participar como productor de bienes y servicios, mucho menos la de planear, conducir, coordinar y orientar la actividad económica de las personas.

III.-
No basta con enunciar el decálogo, hace falta explicarlo, mandamiento por mandamiento, para entender la conexión entre el respeto a los derechos naturales de las personas a la libertad individual y a la propiedad privada, esencia de la convivencia civilizada, y la mayor competencia posible, en todos los sectores de la actividad económica, y en todos los mercados de la economía, condición necesaria del progreso económico.

Estos mandamientos, que lo son para el  buen comportamiento económico del gobierno, tienen que ver más con las filosofías políticas, del Estado y del derecho, que con la ciencia económica. Tienen que ver con la pregunta ¿qué debe hacer el gobierno?, misma que se puede responder desde varios ángulos - una será la respuesta de un marxista, otra la de un mercantilista, otra la de un keynesiano, otra la de un misesiano, y otra más la de un rothbardiano -, siendo correcto solamente uno de ellos.

Mi respuesta, mucho más cercana a los misesianos y rothbardianos que a los keynesianos y mercantilistas, parte de la definición del capitalismo como el arreglo institucional basado en el reconocimiento pleno, la definición puntual y la garantía jurídica de la libertad individual y la propiedad privada, con un único límite: que ni el uso de esa propiedad, ni la práctica de esa libertad, atente contra los derechos naturales de la persona a la vida, la libertad y la propiedad o, dicho de otra manera, que ni la práctica de aquella libertad, ni el uso de esta propiedad, suponga acciones delictivas por su propia naturaleza, siendo tales las que violan dichos derechos. El capitalismo supone que, respetando los derechos de los demás, y sin ningún privilegio otorgado por el gobierno, cada quien pueda hacer todo lo que considere necesario para mejorar su condición.

El respeto de El decálogo para buen comportamiento económico del gobierno da como resultado la economía de mercado en el sentido institucional del término[2], lo cual no es otra cosa más que el capitalismo, debiendo tener claro que las crisis económicas no son la consecuencia, ni lógica ni necesaria del mismo, sino el resultado inevitable de los elementos no capitalistas que operan, en mayor o menor medida, en prácticamente todas las economías contemporáneas[3], elementos no capitalistas que son desde mercantilistas hasta keynesianos, todos contrarios a la libertad individual, a la propiedad privada y, por ello, a la competencia, sin olvidar que si libertad individual, propiedad privada y competencia son los tres pilares del progreso económico, esos elementos no capitalistas, que en realidad son anticapitalistas, son contrarios al progreso económico. También lo son, como ya lo veremos, contrarios a la convivencia civilizada, basada en el respeto a los derechos de los demás.

En este, como en muchos otros temas, hay que ir más allá de las fronteras.

05 de Diciembre de 2011

ARTURO DAMM ARNAL




[1] Véase, por ejemplo, el segundo párrafo del artículo 25 constitucional, en el cual se afirma que “el Estado planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad económica nacional…”, o el segundo del 26 en el cual leemos que “el Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional…”
[2] Las reglas del juego, sobre todo las formales, que permiten el mejor funcionamiento posible de los mercados, para lo cual se requiere libertad, propiedad y su consecuencia: competencia.
[3] Todas las economías hoy en día son mixtas, combinación de elementos capitalistas, mercantilistas, keynesianos, etc.

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