martes, 17 de julio de 2012

Cualidades de un Presidente por Miguel Carbonell


En la ciencia política norteamericana hay incontables estudios en los que se analizan las cualidades que deben tener quienes aspiren a ser presidentes de Estados Unidos. En esos listados de virtudes o características positivas, se suele citar como los más grandes presidentes de la historia a George Washington y Abraham Lincoln; junto a ellos, pero en otro nivel, a Thomas Jefferson, Andrew Jackson, Franklin D. Roosevelt o Woodrow Wilson. Y entre los presidentes "fallidos" se cita a Richard Nixon, Andrew Johnson o Ulysses S. Grant.

¿Qué es lo que hace que una persona forme parte del primer grupo y no del segundo? ¿Qué cualidades debe reunir alguien para pasar a la historia como un gran Presidente?

Obviamente, toda biografía política depende del momento histórico en que se vive y de las circunstancias más o menos propicias que se deben enfrentar. Sin embargo, hay al menos seis rasgos generales que debe tener cualquier persona para ser capaz de aspirar a un gobierno exitoso y a pasar a la historia como un gran estadista.

1. Un buen Presidente debe ser un buen comunicador. No sirve de nada que tenga buenas ideas si no es capaz de explicarlas y defenderlas en público. En una democracia, los políticos no solo deben vencer, sino también convencer; y eso se hace dialogando, comunicando proyectos, iniciativas y propuestas.

El Presidente debe saber seducir con las palabras, para sumar legítimas adhesiones a su proyecto político.

2. El Presidente encabeza un enjambre de dependencias y oficinas. Es el jefe de millones de empleados públicos. Debe tener la capacidad suficiente para elegir a buenos colabores (los mejores que estén disponibles en cada área) y hacer que trabajen de forma coordinada.

Además, debe tener la capacidad de supervisar el trabajo de sus colaboradores y tener el temple necesario para realizar los ajustes necesarios, incluyendo los relevos en el gabinete.

3. Un buen Presidente debe tener claridad del rumbo que le quiere dar a su gobierno, de las medidas que hay que tomar para lograr sus metas y de los apoyos que requiere para tal fin. 

Debe dar muestra permanente de liderazgo. El Presidente en México tiene todos los elementos para ser el principal actor político del país, pero para hacerlo debe ser capaz de diseñar un agenda política de largo aliento, en un sinfín de temas.

Debe ser capaz de encabezar las principales negociaciones políticas del país, incluso entre actores de la sociedad. Debe estar atento a los planteamientos que se le hagan, pero luego de escucharlos debe formular algún tipo de respuesta, ya que eso es lo que espera la gente de él: que tenga ideas pertinentes e idóneas para resolver problemas.

4. La actuación de un buen Presidente debe basarse en un plan maestro preconcebido, en el que se articulen con claridad los propósitos, las áreas responsables de cada tema, los tiempos de ejecución y la forma en que se va a rendir cuentas de los avances.

Seis años puede parecer mucho tiempo, pero en política se pasan en un simple abrir y cerrar los ojos. El Presidente debe, desde el primer día, comenzar a correr y no detenerse hasta el último minuto de su gestión; pero esa carrera debe tener rumbo y orientación, para evitar demoras y extravíos. Los malos presidentes navegan sin rumbo, atendiendo el problema que surge diariamente, apagando fuegos aquí y allá.

5. A las manos del Presidente llegan diariamente cientos o miles de documentos; recibe docenas de llamadas, conversa con muchas personas, tiene acuerdos cotidianos con sus principales colaboradores y debe registrar con cuidado lo que dicen los medios de comunicación sobre su trabajo y sobre muchos otros asuntos de interés general.

Para poder procesar con eficacia ese torrente informativo, debe tener una gran capacidad de análisis, que le permita separar el grano de la paja, que lo oriente respecto de la mayor o menor veracidad de lo que escucha o de lo que lee, y sobre todo debe ser capaz de digerir la información indispensable para tomar decisiones con rapidez y eficacia.

6. El Presidente recibe diariamente una gran cantidad de estímulos de todo tipo: buenas y malas noticias; se entera de cosas que nunca salen a la luz pública; debe ser reservado en muchos aspectos, pero abierto en otros. Debe darle la mano a personajes que le causan repugnancia. Sabe que muchas de las personas que se le acercan le van a pedir favores inaceptables o simplemente quieren aprovecharse de su amistad o de su capacidad de influencia. Todo eso causa un impacto evidente en cualquier ser humano.

El Presidente debe ser capaz de ejercer un gran autocontrol. No puede dejar que le gane el enfado, el coraje, la rabia, ni siquiera la indolencia o el desinterés en algún tema. No puede despotricar en público, como cualquier ciudadano. Su presencia pública debe ser siempre comedida, incluso calculada. Hay muchas cosas a las que deberá renunciar, mientras encabece al gobierno federal. No podrá hacer todo lo que le guste, ni decir todo lo que piense.

Pero eso sí, deberá pensar muy bien todo lo que diga.

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