lunes, 21 de enero de 2013

Derechos humanos: cambio total

Permítaseme una metáfora: como la belleza del despunte del sol anuncia un nuevo día, en México el 10 de junio de 2011 sugiere la posibilidad de una nueva época para nuestro país, y la razón es la publicación de la reforma constitucional en derechos humanos: la modificación a 11 artículos constitucionales que en el estandarte postula un mayor reconocimiento y protección de los derechos humanos. A la cabeza dos elementos fundamentales, la adopción de los estándares internacionales y la aplicación de la protección más amplia de estos derechos a las personas. Sin duda, un cambio total de rumbo se ofrece a nuestro país.

Otros elementos clave son el nuevo proceso de suspensión de derechos humanos, la creación de un catálogo de derechos que no pueden ser suspendidos ni mediante este procedimiento -aunque se olvidó incluir la libertad de expresión, por lo que es una tarea pendiente de primer orden-, la preocupación porque los derechos humanos sean claves en la educación de los mexicanos y el fortalecimiento de las comisiones de derechos humanos.

El ministro presidente de la Corte mexicana ha llamado a sus efectos "un proceso de cambio cultural estructural de nuestro régimen constitucional... una cadena de actos que ponen a la vanguardia a nuestro régimen constitucional".

Lo que se espera de ella traspasa las barreras geográficas: en mi reciente estancia en la American University en Washington D.C., al exponer sobre las implicaciones de la reforma, pude observar que este cambio ha generado entre los especialistas de Estados Unidos una gran y positiva expectativa sobre el futuro para México.

Sin embargo, como todo cambio esencial, desarrollar sus implicaciones es una tarea que debe realizarse con cuidado, porque de no hacerlo podría resultar precisamente aquello que se quiere cambiar.

Un riesgo latente de la implementación de la reforma es el arraigo a un entendido de los derechos humanos que no corresponde más a los tiempos actuales, sino más bien a los siglos pasados. Lo que nos cuesta un poco entender es que los derechos son reconocidos, no otorgados. La autoridad, el Estado, no los crea, los declara y sobre todo los respeta.

Si uno de los grandes logros de la reforma es la aplicación preferencial del estándar más protector, hay riesgos latentes en el respeto de este entendido.

Por ejemplo, en el caso del municipio de Santa Catarina Lachatao, en Oaxaca, del 16 de octubre pasado, donde se decidió aplicar la Constitución mexicana cuando era claro que el tratado de la Organización Internacional del Trabajo tenía un aspecto más protector -si la visión de nuestro máximo tribunal ha cambiado, lo observaremos pronto al resolverse el delicado asunto de Florence Cassez; esto es, el respeto total de los derechos-.

El mismo riesgo tiene la propuesta de modificación al artículo 1o. constitucional presentada a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión este 3 de enero, que claramente establece que al existir una contradicción entre la Constitución y un tratado internacional, deberá prevalecer la Constitución. Redacción riesgosa que puede echar atrás todo lo logrado.

Tomar en serio los derechos, algo que se quiere con la reforma, implica potenciar al máximo los postulados de ésta. En los compromisos del Pacto por México para 2013, encontramos en el número 21 -a cumplirse en el primer semestre de 2015-, la creación inmediata de una instancia federal que permita dar seguimiento a la instrumentación de la reciente reforma en materia de derechos humanos.

La idea es definitivamente buena, aunque que debe ajustarse. Tenerla en el compromiso 21 es relegarla, hay que priorizarla. Por otro lado, los derechos humanos son un aspecto tan primordial de un Estado que debe ser totalmente incluyente, una instancia encargada de implementar tan importante reforma, no debe ser sólo federal, ni sólo ejecutiva, sino con un enfoque francamente transversal, todas las autoridades federales, estatales y municipales, con inclusión de todos los poderes.

Las personas somos la razón de ser del Estado, por lo que la defensa de nuestros derechos es material de primer orden. Retomando la metáfora, este amanecer que representa la reforma en derechos humanos debe llevar, no al regreso de tiempos pasados, sino al despliegue de nuevos días.

Víctor Manuel Collí Ek
Investigador de la Universidad Autónoma
Fuente: Reforma




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