El potencial de conflicto entre la libertad de
expresión y la propiedad intelectual no es nuevo.
Desde la invención de la imprenta, los que tienen un interés financiero en la difusión de las obras intelectuales y las ideas han buscado protección legal para sus intereses.
Tradicionalmente, la ley de propiedad intelectual
ha tratado de lograr un equilibrio entre los intereses en juego, es decir, los
derechos de los creadores y otros titulares de derechos de propiedad creativa
por un lado, y por otro lado, el derecho del público de acceso a dichas obras.
Y en su núcleo, el derecho de propiedad intelectual tiene por objeto promover
la creatividad, objetivo que en la llamada “era digital” parece ir en sentido
contrario.
Históricamente, por lo tanto, la protección de la
propiedad intelectual fue limitada en su duración y alcance. Por la misma
razón, el flujo libre de información y las ideas también está protegida, entre
otras cosas, poniéndolos a su disposición en el dominio público. Sin embargo,
las “industrias creativas” han obtenido a través del tiempo poderes cada vez
mayores sobre las obras intelectuales y su uso en varias maneras, incluyendo la
extensión de los plazos del copyright. En este contexto, internet ha sido
percibido por muchos de estos sectores como una “fuerza perturbadora”, hecho,
no muy diferente de la videograbadora y grabadora antes de internet. Esto
plantea importantes desafíos para los titulares de derechos de autor al
permitir la fácil reproducción y difusión de contenidos. En particular, una de
las tecnologías más eficientes de internet, es la construida sobre el principio
peer-to-peer (P2P), de intercambio de archivos entre usuarios y que ha
permitido el intercambio de contenidos en una escala nunca antes imaginada.
Como era de esperarse, la respuesta de las
industrias creativas ha sido el de etiquetar estas actividades como el robo simple,
ya que, en palabras de Lord Mansfied, "una persona puede usar la copia
tocándola, pero no tiene derecho a robarle al autor los beneficios
multiplicando las copias y la eliminación de ellas para su propio uso”.
El argumento de la industria del entretenimiento es
muy sencillo (simplista): la propiedad creativa es tan real como propiedad
física y por lo tanto debe atraer la misma protección. El atractivo superficial
de este argumento ha encontrado apoyo en los congresos y cortes alrededor del
mundo. Como una consecuencia de esto, las autoridades han estado más que
dispuestos a apoyar y adoptar medidas cada vez más estrictas contra el uso
indebido y el abuso de la propiedad intelectual en línea.
Lo que se aprecia fácilmente con menor frecuencia,
sin embargo, es el impacto que estas medidas tienen sobre internet y, en
particular, la capacidad de intercambiar información e ideas. Más y más
Estados, por ejemplo, han comenzado a adoptar leyes que requieren de
Proveedores de servicios Internet (ISP) para desconectar a sus suscriptores en
el caso de que éstos violen el derecho de propiedad intelectual, medida viciada
por la vigilancia al usuario sin orden judicial.
Del mismo modo, los sitios web que supuestamente
participarían en este tipo de prácticas se ponen fuera de línea sin la
intermediación del debido proceso. Incluso en los casos que las audiencias en
tribunales tuvieran lugar, estos defenderán los derechos de los titulares de
derechos de autor en la gran mayoría de casos.
Hay más. Anteriormente, un comportamiento común,
como el préstamo de libros y CDs para no fines de lucro no era un acto en el
que ninguna ley se inmiscuyera, hoy está tipificado como delito mediante el uso
de sistemas de Gestión Digital de Derechos (DRM) por las industrias creativas para
proteger sus derechos. Regalar materiales antiguos ahora podría exponer a
sanciones penales si se encuentran en formato digital. Con la repetida
extensión de los plazos del copyright, el dominio público se está reduciendo a
tal punto que la mayoría de las obras del siglo XX no estarán disponibles
gratuitamente sin el permiso de los titulares de derechos de autor sino dentro
de muchos años. Y se puede esperar que las industrias creativas se vuelvan más
restrictivas, lo que afectará directamente derechos como el de la cultura, la
educación y el acceso a información de interés público y de los avances en las
artes y la ciencia.
En todos los debates hasta el momento, sin embargo,
el derecho a la libertad de expresión brilla por su ausencia. Con demasiada frecuencia,
su importancia ha sido marginada o ignorada.
En la medida en que se menciona, es típicamente
incluido dentro de una de las estrechas excepciones previstas por la propiedad
intelectual (IP) de la ley, por ejemplo, en conceptos de uso justo y comercio
equitativo. De esta manera, la ley de propiedad intelectual distorsiona y resta
importancia a la importancia de la libertad de expresión, misma que resulta
esencial en todo estado que se considere auténticamente democrático.
La libertad de expresión, sin embargo, es demasiado
importante para dejarse en manos de la llamada industria creativa y al margen
de un debate sobre la mejor forma para hacer cumplir los derechos de propiedad.
Por el contrario, la libertad de expresión es fundamental para la ética de
internet, que se sustenta en el flujo libre de información e ideas. Por tanto
es necesario que los interesados en la defensa de la libertad de expresión
abordemos el alcance cada vez mayor de los derechos de propiedad intelectual y
las medidas cada vez más drásticas tomadas para hacerlas cumplir. El debate
debe ser replanteado y un avance es el brindado internacionalmente en la
Declaración conjunta sobre libertad de expresión e internet.
Fuente: Darío Ramírez y Ricardo González
ARTICLE 19.
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