miércoles, 4 de septiembre de 2013

La reforma energética tomada en serio

Necesariamente ideológico, el debate sobre la reforma energética debe ser también técnico y pragmático. El desafío es conciliar lo deseable con lo posible y lo conveniente. En el marco de esta discusión, Carbonell ofrece un conjunto de datos que da cuenta de la gravedad de las circunstancias.

Introducción
México está frente a un peligroso cuello de botella que puede detener su desarrollo por décadas y borrar de un plumazo todo lo que hemos avanzado en materia de bienestar social. Si no resolvemos de manera urgente el desabasto de energía por medio de una reforma constitucional y legal rigurosa, estaremos ante las puertas de un gran desastre nacional.

El abasto de energía es lo que hoy en día marca la diferencia entre pobreza y desarrollo. Hay países que tienen ingresos impresionantes y generan grandes bolsas de riqueza gracias a que cuentan con fuentes de energía que utilizan para su propio desarrollo o para exportar.
©iStockphoto.com/pialhovik
Lo que no deja de resultar paradójico es que México tiene una gran oportunidad de aprovechar su enorme potencial energético (ojo: no solamente el petrolero, sino también el de otras fuentes de energía), pero seguimos atados a una serie de fantasmas históricos que no permiten avanzar en la discusión sobre el futuro energético del país. Para usar un símil que puede parecer torpe, es como si un país de hambrientos estuviera sentado sobre un enorme pastel, pero decidiera no probarlo para no disgustar u ofender a unos ancestros que murieron hace décadas. De ese tamaño es nuestra ceguera en el tema energético.

Lo que requerimos en la actualidad son aproximaciones frescas y pragmáticas, que nos aporten soluciones de fondo y no meramente cosméticas a los desafíos que enfrentamos. Un poco de sentido común puede ser de gran ayuda.

La pregunta es muy sencilla: ¿cómo resolvemos los problemas de exploración, explotación, refinación y distribución del petróleo y de las demás fuentes de energía? Para poder contestar adecuadamente es indispensable guiarse por los hechos y los datos duros, a fin de no caer en prejuicios ideológicos que no hacen más que poner obstáculos en una discusión nacional que no solamente es relevante, sino que se ha vuelto sumamente urgente. Veamos.

1. Producción petrolera
y reservas a la baja
Durante décadas hemos dependido de la renta petrolera para financiar el gasto público. Todos los datos disponibles señalan que el petróleo se acaba a gran velocidad. Entre 1999 y 2012, las reservas de crudo disminuyeron 23%. De seguir a este ritmo, para la mitad del siglo XXI nos quedaremos sin crudo, con todo lo que ello implica para la economía del país.
Mientras que Estados Unidos produce cada vez más petróleo, como resultado de la exploración en aguas profundas y ultraprofundas, pero sobre todo por la técnica llamada “shale oil”, nosotros vamos declinando a un ritmo estratosférico. En 2004 fuimos capaces de producir 3 millones 383 mil barriles diarios; en 2013, las proyecciones indican que estaremos rozando apenas los 2 millones 544 mil barriles diarios. La caída es brutal, y todavía no la sentimos porque los precios internacionales se mantienen muy altos; si llegaran a bajar un poco, tendríamos que aplicar drásticas medidas de austeridad en el gasto público: se cerrarían escuelas y hospitales, se despedirían funcionarios públicos, se eliminarían programas de apoyo a las personas más pobres, se aumentarían los impuestos, etcétera.

En 2012, en Estados Unidos se perforaron 9 mil 100 pozos en yacimientos de shale oil / gas; en México fueron apenas tres. Durante ese mismo año, Estados Unidos perforó 137 pozos en aguas profundas y ultraprofundas; México, apenas seis (ver el Cuadro 1).

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2. La otra energía: ¿qué hacemos
en materia de gas?
Ahora bien, el problema no es solamente el petróleo, sino también el gas que utilizamos para calentar nuestra comida, bañarnos y mover nuestra industria. En 1997 importábamos solamente 3% del gas que consumíamos; hoy en día importamos 33%. Y eso a pesar de que se estima que México es el sexto país del mundo con mayores reservas probables de gas natural shale, solamente por detrás de Estados Unidos, China, Argentina, Argelia y Canadá, pero muy por encima de Rusia (que abastece de gas a buena parte de Europa) y de Brasil.

Hay que tomar en cuenta que, de 2008 a la fecha, la cantidad de gas natural que México le compra a Estados Unidos ha aumentado 177%. De hecho, la disponibilidad de gas a precios bajos es un punto de apoyo muy fuerte para la industria manufacturera, que es un sector estratégico de la economía mexicana.

Lo cierto es que nuestro Sistema Nacional de Gasoductos alcanzó su límite de capacidad en noviembre de 2012. En el primer semestre de 2013 se han generado ya 13 alertas críticas, las cuales pueden dar como resultado el desabasto de gas en buena parte del país. La capacidad de transportarlo está hasta el tope. Nos guste o no, lo cierto es que el futuro ya nos alcanzó.

Hoy tenemos la capacidad de transportar 5 mil millones de pies cúbicos de gas diariamente; para el año 2026 necesitaremos transportar más de 8 mil 400 millones de pies cúbicos. O nos ponemos las pilas para invertir en gasoductos o terminaremos bañándonos con agua caliente una vez por semana en las ciudades del país. Y esa no será la peor consecuencia del desabasto de gas. Los que más sufrirán serán los industriales mexicanos, que verán pulverizada su competitividad frente a otros países por falta de gas a precios razonables (ver el Cuadro 2).

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3. El subsidio a los ricos:
la gasolina que todos pagamos
Un tercer tema relevante en relación con la reforma energética es el de la gasolina. En 1997 importábamos 25% del consumo nacional; hoy importamos 49%, y todo indica que esa cifra seguirá subiendo en los próximos años. Eso nos cuesta una millonada, y se debe a que no tenemos capacidad de refinación en el país. Es absurdo que saquemos tanto crudo, lo llevemos al extranjero a que lo refinen, lo compremos mucho más caro en forma de gasolina y paguemos para que lo transporten de vuelta a México.

La importación neta de petroquímicos le costó al país 14 mil 500 millones de dólares en 2012. Es el costo de tantos años de demagogia y de cerrar los ojos ante lo evidente. Repito lo que los datos están poniendo frente a nuestros ojos: el futuro ya llegó, nos guste o no. Ahora estamos obligados a actuar y a hacer una profunda reforma energética si queremos tener un país con futuro.

En el caso del subsidio oficial a la gasolina, abundan los estudios que demuestran que se trata de una transferencia de recursos públicos que beneficia mayoritariamente a los sectores ricos y muy ricos del país, quienes de todas formas podrían pagar la gasolina sin subsidio. Pero bajo el actual esquema, Pemex trabaja para el 20% más rico de la población mexicana, cuando lo cierto es que tenemos a la mitad de la población viviendo todavía en la pobreza. ¿Es justo? ¿Es racional mantener ese esquema de subsidios?

¿Cómo es que nuestros partidos de izquierda, que dicen defender a los pobres, no se han puesto a la cabeza de un gran movimiento nacional que tenga como propósito disminuir o terminar con tales subsidios regresivos?

4. Hay poco y se lo roban:
las tomas clandestinas
Por si fuera poco todo lo que llevamos dicho, hace falta agregar que persiste el robo de gasolina a través de tomas clandestinas en los ductos de Pemex que recorren buena parte del país. En 2012 fueron detectadas nada más y nada menos que mil 744. Tenemos poco combustible, nos cuesta muy caro y todavía hay algunos aprovechados que se lo roban. Es el colmo (ver el Cuadro 3).

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Es probable que el robo de combustible sea orquestado desde adentro de Pemex. No es fácil que un ciudadano común y corriente pueda perforar un ducto, conectar una toma y extraer el producto que transporta. Tampoco es sencillo que arme una red de distribución y venta que haga rentable esa actividad ilícita. Debe de haber dueños de gasolineras metidos hasta el cuello en este negocio ilícito. Todo apunta a que existen redes bien organizadas que controlan el tráfico de los combustibles robados.

Si hubiera más coordinación entre Pemex y las fuerzas de seguridad federales y locales, se podrían obtener muchos resultados a mediano y corto plazos. Pero la evidencia que sugiere el Cuadro 3 es que, lejos de disminuir, el problema sigue creciendo: en 2004 se detectaron 110 tomas clandestinas, pero para 2012 ya eran mil 744. El problema no ha dejado de crecer.

5. La reforma que no podemos posponer
Como ciudadanos, deberíamos exigir de manera muy firme que el Gobierno y el Congreso trabajen lo antes posible en el diseño de una reforma energética profunda y no meramente cosmética. Obviamente, una reforma de esa naturaleza va a afectar intereses creados, comenzando por los del sindicato de Pemex y su muy cuestionable dirigencia.
El sindicato de Pemex —hay que decirlo con todas sus letras— se ha convertido en un lastre para el desarrollo energético del país. La productividad de sus trabajadores está por los suelos. Para darnos una idea: Pemex produce 10 mil 229 barriles al año por cada uno de sus trabajadores, mientras que ExxonMobil es capaz de producir 20 mil 175 barriles anuales por trabajador y la empresa colombiana Ecopetrol produce 31 mil 335 barriles por trabajador. Es decir, un trabajador colombiano da tres veces mejores resultados que uno mexicano. Caramba, ¡dan ganas de importar mano de obra colombiana!
©iStockphoto.com/linearcurves

¿Será que no podemos incentivar adecuadamente a nuestros trabajadores para que hagan de Pemex una empresa que esté a la altura de los desafíos que enfrentamos? ¿No podemos revisar cada una de las prebendas del sindicato para que, efectivamente, los beneficios de la industria petrolera se distribuyan por entero entre los ciudadanos y no se queden en manos de una camarilla sindical que debe estar entre las más acaudaladas del planeta y que se niega sistemáticamente a rendir cuentas de ningún tipo?

Nadie puede negar que lo que está en juego es demasiado importante. O tomamos las decisiones correctas lo antes posible, o el futuro nos pasará por encima y seguiremos siendo el país pobre y subdesarrollado que hemos sido durante tanto tiempo. El avance que hemos logrado se puede borrar en pocos años. ¿Estarán nuestros políticos a la altura del reto o seguiremos retrasando la toma de decisiones que le urgen al país?
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MIGUEL CARBONELL es investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y profesor de la Facultad de Derecho de la misma universidad <@MiguelCarbonell>.

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