Señor
licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados
Unidos Mexicanos; señor Senador José González Morfín, Presidente de la Mesa
Directiva del Senado de la República; distinguidos señores Secretarios de
Gobernación, Defensa Nacional y Marina; distinguidos invitados especiales;
señoras y señores:
Hoy, una vez
más, nos reunimos para celebrar y reflexionar las enseñanzas de uno de los
mayores reformadores de la historia nacional: don Benito Juárez García.
Benito
Juárez, es sinónimo de los más grandes valores cívicos: honestidad y
patriotismo, confianza en nosotros mismos, tesón para salir adelante, para
mejorar la propia vida con base en la constancia, en el estudio, en el trabajo
y la responsabilidad, a pesar de cualquier tipo de desventaja u obstáculo.
Es, también,
ejemplo para quienes tenemos el honor y privilegio de servir a la Patria. Su
vida estuvo orientada por la decisión de servir a los demás, por la vocación de
preferir, siempre, el interés de todos.
Por la
capacidad de poner en perspectiva amplia los problemas nacionales. Por entender
que cada uno tiene un papel que jugar para contribuir al crecimiento de la
Nación.
A partir de
esa orientación, nos dejó las que, quizá, sean las mayores de sus lecciones:
actuar en consecuencia, sin titubeos, creer que el nuestro, debía ser un país
de leyes e instituciones.
Hoy, en
tiempos de reforma y cambio, su ideario está vigente y sigue siendo el gran
reformador que nos orienta, el padre fundador que delineó al Estado-Nación,
como lo hemos conocido por generaciones.
El legado de
Juárez, estadista, no puede verse alejado de la función jurisdiccional.
En la
Suprema Corte de Justicia de la Nación lo tenemos muy claro. Juárez restauró a
la institución a la que hoy pertenecemos; institución que sigue obligada a ser
garante de los derechos de todos y, con ello, factor decisivo de la unidad
nacional mediante la aplicación respetuosa de la ley.
Juárez fue
un estadista respetuoso y cuidadoso de la exacta aplicación de la ley, hasta el
extremo y el sacrificio personal.
Juárez
entendía bien que en las formalidades de la ley, descansaba la dignidad y
credibilidad de la República. Por eso, en cada uno de nuestros actos, honramos
nuestro origen y nuestra encomienda.
La visión
juarista, adelantada por más de 150 años a su tiempo, sentó las bases para la
construcción de un México soberano, moderno, de un México, como dijimos antes,
de instituciones y de leyes, sin castas ni fueros privilegiados.
Un México en
el que, a partir del principio de igualdad, todos estamos bajo una misma ley
que a todos protege y a todos obliga, sin importar la religión en la que
creemos, la ideología política que profesemos, las preferencias personales que
nos definen.
En el
contexto actual, a partir de la Reforma Constitucional que ha modificado
nuestro juicio de amparo, es necesario recordar que, precisamente, Juárez
promulgó la primera Ley de Amparo; y que al término de la intervención, otro
momento de urgencia nacional, emitió, como parte de la reconstrucción del país,
una nueva, en enero 1869.
La lección
fue como siempre exacta. Sacrifiquemos lo que sea necesario, los intereses
personales, los intereses partidistas, los intereses políticos, los intereses
económicos para así, desde la Constitución y la Ley, proteger y ponderar, entre
todos, los derechos de todos.
Por eso, es
posible sostener hoy, que los juzgadores Federales al realizar nuestra labor
interpretativa, no debemos equivocar el rumbo y las prioridades. La verdadera
seguridad es la que se construye en la legalidad. El sistema se sostiene en la
credibilidad y en la solidez del estricto cumplimiento de la ley.
Hoy, jueces,
magistrados y ministros estamos atentos para aplicar el nuevo marco legal en
materia de amparo y de derechos humanos, que exigen que el nuestro sea un país
en el que imperen la justicia y la igualdad. No la arbitrariedad.
Justicia
basada en instituciones y procesos, que hagan que sea justicia de verdad. No el
abuso del poder, paso previo al autoritarismo y a la impunidad. No a la
creencia de que la ley puede cumplirse a capricho. En el Poder Judicial,
queremos que imperen los valores y principios constitucionales.
Estamos
conscientes de que el valor social de largo plazo, es la justicia basada
siempre en la Constitución y las leyes. Lo civilizado y lo correcto es
construir un Estado ético, limpio y justo, que no viole los derechos humanos de
nadie.
Hoy, los
mexicanos queremos un país de leyes e instituciones, un país de libertades y
derechos iguales para todos. Hoy, nuestro México tiene que ser un mejor México
posible.
Hoy, que una
vez más, el país enfrenta un intenso proceso de reforma constitucional. Hoy,
que es en las propias entrañas de nuestra Constitución donde se gesta una nueva
ética estatal.
Hoy, que una
vez más corresponderá al Poder Judicial de la Federación, a jueces, magistrados
y ministros, atender el desarrollo del producto de esa gestación y ser punta de
lanza en la promoción, defensa y ponderación equilibrada de los derechos de
todas las personas en el marco de nuestro Estado democrático, tal como lo
encargó el poder revisor de la Constitución.
Hoy, los
jueces seguimos estando dispuestos a ver siempre por el interés superior, a
poner por delante el bienestar de todos, a corregir a costo presente, las
desviaciones y los abusos del poder que desborden los cauces constitucionales.
Eso quiere
la sociedad, eso nos manda la Constitución, y eso, nada más eso, será lo que
haremos.
Habremos de
conducir este proceso con valor, inspirados en el amor a la Nación, en la
creencia en un país democrático y justo, que es el país que más nos conviene a
todos.
Hoy, es
preciso predicar con el ejemplo de la honestidad, de equilibrio y, sobre todo,
de sumisión a la Constitución, a la única a quienes los jueces le debemos.
Es preciso
actuar con apego y respeto irrestricto a los principios y valores que de ella
emanan.
Señoras y
señores:
Con Juárez,
respetemos a las instituciones; respetemos a la división de poderes. Sigamos la
templanza y la fortaleza moral de Juárez; entendamos que en momentos difíciles
y extraordinarios debemos apegarnos a la ley, como fórmula de paz y de
certidumbre. Necesitamos que funcionen con normalidad las instituciones de la
República. Nada justifica incumplir la Constitución y los derechos humanos. Respetemos
las formas y la legalidad.
Respetemos
la esencia de la República, que es la legalidad. Dejemos que las instituciones
funcionen. Unidos, demos la batalla juntos, con y en la dignidad de la Ley.
Celebremos
hoy a Juárez cumpliendo en justicia y equilibrio con el nuevo orden
constitucional del Siglo XXI, que nos acerca más al Estado constitucional y
democrático de derecho, en el que todos, todos queremos vivir.
Muchas
gracias.
Ministro Juan Silva Meza
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