Hoy
no salir en televisión es un signo de elegancia. Umberto Eco
Lo que no se vio en TV
En julio de 1928
fue transmitido el primer programa de televisión en la Unión Americana. Ese mismo año, el Justice Charles
Evans Hughes dijo que el progreso de la civilización se tendría que reflejar en
los procesos argumentativos, en los que hasta entonces, solía perderse mucho tiempo. En la actualidad, salvo que los Justices
determinen lo contrario, cada parte dispone de 30
minutos para exponer sus argumentos ante el pleno de la Corte
Suprema de los Estados Unidos. Lo que no vislumbraba el Chief Justice Evans,
como tampoco parece vislumbrar en la actualidad el Chief Justice Roberts son
los potenciales beneficios de transmitir las sesiones de argumentos orales por
televisión.
Como se dio
cuenta en este espacio, los pasados 26, 27 y 28 de marzo, la Corte llevó a cabo
las sesiones de argumentos orales de los Affordable Care Act Cases. Si bien
durante los días previos a las sesiones permeaba en el ambiente un dulzón
perfume que auguraba la posible venia de la Corte para permitir el acceso de
cámaras de televisión a su salón de plenos, las alas fueron cortadas por un gélido comunicado que ofreció únicamente
audios y transcripciones diferidas de las sesiones.
Oyez…¿Veremos a la Corte en TV?
A propósito del Obamacare,
no solo llamó nuestra atención la trascendencia jurídica y política de este asunto
de dimensiones wagnerianas, sino que, por primera vez en la historia,
perecía haberse abierto la oportunidad a que las cámaras de televisión entrasen
a la Corte Suprema y transmitieran en vivo las sesiones de argumentos
orales.
De haber sido
así, lo primero que habríamos visto sería la robusta figura del Marshall
recitando la fórmula que sincroniza a la perfección con la coreográfica entrada
en escena de los Justices: Oyez! Oyez! Oyez
¿Cómo
se ve? ¿Cómo se vería?
Además de México, las
cortes supremas de Brasil y del Reino Unido transmiten en vivo las sesiones del
Pleno de sus Ministros. Brasil lo lleva a cabo a través de TV Justiça, que
inició sus transmisiones el 11 de agosto de 2002 y que puede verse por internet.
Las sesiones del Pleno del Supremo Tribunal Federal son animadas, y entre los
videos más vistos en Youtube se encuentra la discusión entre
el Ministro Barbosa y el entonces Ministro Presidente Gilmar Mendes a quien
acusó —desde luego, al aire—, de no practicar el “joga bonito” y estar
destruyendo la justicia en el país.
La flamante
Corte Suprema del Reino Unido (inició sus actividades en octubre de 2009),
también transmite en
vivo sus sesiones, y usted puede, a manera de degustación, ver un
fragmento reciente del caso que está por resolver la Suprema Corte relativo a
la petición sueca para extraditar a Julian Assange. También es posible consultar
las directrices del Tribunal Oral de Salta, Argentina acerca de la transmisión en directo,
por televisión, de casos sobre violación a derechos humanos.
¿Cómo
se vería en TV la sesión de argumentos orales de la Corte Suprema de Estados
Unidos?
Hasta la fecha,
no existe registro alguno de cámaras de televisión en el Pleno de los Justices.
Por tanto, nuestra primera recomendación al lector será poner en la
pantalla de su ordenador algunos de los dibujos que los dibujantes
autorizados comparten con nosotros, escuchando el audio de algún caso de su
elección, ¿qué tal Roe
v. Wade, para empezar?
¿No es
suficiente?, ok, recurra entonces al sitio de dibujos animados concebido por la Justice en
retiro Sandra Day O´Connor, en el que recrea no sólo la sesión de argumentos
orales, sino todo lo que ocurre “tras bambalinas” del más alto tribunal de la
nación.
¿Quiere más
realismo?, acuda a Hollywood, la “fábrica de sueños”, que pone a su
amable disposición un elenco interesante de posibilidades que recrean sesiones
de la Corte Suprema, desde la famosa deposición de John Adams en el caso Amistad
, hasta los argumentos en defensa del pornógrafo Larry Flynt.
¿No le basta?
Entonces convenza al menos a cinco Justices de las bondades de
transmitir sus sesiones de argumentos orales por televisión.
¡¡Cámara!!
Los Justices de Costa a Costa… y de Poniente a Levante
Si bien es
sencillo acceder a los videos de las audiencias de confirmación de quienes a la
postre se integrarían a la Corte Suprema de los Estados Unidos, la mera idea de
introducir cámaras en el salón en el que se llevan a cabo las sesiones de
argumentos orales es lo más parecido a un misterio, envuelto en un enigma.
Ya en 1988,
C-SPAN había solicitado al Chief Justice Rehnquist el ingreso de cámaras al alto
tribunal; la misma
solicitud le hicieron en el 2000, únicamente para los casos Bush
v. Palm Beach County Canvassing Board, y Bush v. Gore, pero la
simbólica respuesta de la Corte fue un cassette con el audio.
En 2005,
aprovechando el impulso del Senador Arlen Specter, volvieron a sugerir al
flamante Chief Justice, John Roberts, la posibilidad de transmitir en
vivo las sesiones de la Corte. En 2008, el New York Times también alzó la mano, y el 15
de noviembre de 2011 hubo una nueva petición a John Roberts, para que la
Corte permitiera la transmisión en vivo de las jugosas seis horas de argumentos
orales del 26 al 28 de marzo pasados (muy lejos aún de las dieciséis horas de
argumentos orales que la Suprema Corte requirió en 1962 para Arizona v. California).
Si bien el
justice en retiro David Souter llegó a decir que las cámaras de televisión
ingresarían al Pleno “sobre su cadáver”, existe, al menos, un atisbo de
alentadora ambivalencia frente las cámaras por parte de los actuales
integrantes de la Corte Suprema:
·
John Roberts: “Mi
nuevo mejor amigo, el Senador Thompson, me asegura que no hay nada que temer de
las cámaras de televisión”.
·
Samuel Alito: “Si
nuestros argumentos fueran televisados, nos enfrentaríamos a una competencia
muy dura, pues ya hay un exceso de programación para los aficionados a los
tribunales”.
·
Stephen Breyer: “Hay
buenas razones a favor y hay buenas razones en contra”.
·
Ruth Bader
Ginsburg: “Personalmente, no tengo objeción a la transmisión de las
audiencias por televisión”.
·
Elena Kagan: “Sería
buena idea, más aún pensando que en la actualidad solo 200 personas por día
pueden presenciar las sesiones. Sería muy bueno para el público americano”.
·
Anthony Kennedy:
“No creo que sea en el mejor interés de la institución”.
·
Antonin Scalia: “Las
cámaras en la Suprema Corte podrían, realmente educar a la gente, pero también
podrían maleducar y desinformar”.
·
Sonia Sotomayor:
“Tengo buenas experiencias con cámaras”.
·
Clarence Thomas:
“Mi anonimato se iría. Cambiaría el estilo de vida de mis colegas”.
Groucho Marx
encontraba a la televisión bastante educativa porque cuando alguien la encendía
en casa, él se marchaba a otra habitación para leer un buen libro. Pero frente
a la trascendencia de la eventual anuencia de la Corte Suprema para permitir
que se transmitan en vivo las sesiones de argumentos orales, la tentación de
encender la “caja idiota” se torna apetitosa.
Abrir pues, las
plúmbeas puertas institucionales a las cámaras sentaría precedentes saludables
para la educación cívica y para el sistema jurídico estadounidense, y con
especial énfasis, allanaría el camino para que, aprovechando las fuerzas
naturales de aceleración, se transmitan en vivo las sesiones argumentos orales,
no solo de los asuntos de mayor relevancia, sino de todos los casos sometidos a
la ponderación de la Corte, bajo el vetusto principio: “a maiori ad minus”.
¿No
son aún tiempos para una Supreme Court 2.0?
Gallup revela que siete de cada diez
estadounidenses opinan que la Corte debiera permitir cámaras de televisión, y
diversos termómetros han revelado que la combinación de cámaras y tribunales es
buena para la
democracia. Por tanto, parecía haber óptimas condiciones a propósito
de las sesiones del 26, 27 y 28 de marzo de 2012, para: a) marcar una nueva
época en las reglas del juego de la Suprema Corte, b) mostrar al justice
Clarence Thomas romper ¡en vivo! seis años de silencio, y, principalmente, c)
constatar que los oral arguments reúnen los ingredientes necesarios para
“enamorar a la cámara”.
No obstante,
parece haber un equilibrio matemático entre el tamaño del anhelo y las
dimensiones de la desilusión. A quienes se interesan por las actividades del
más alto tribunal estadounidense, por ahora, tendrán que seguir conformándose
con los dibujos de las sesiones y los audios correspondientes. No son tiempos
aún para pensar en una Corte
Suprema 2.0.
Y, como la
Sinfonía de Nielsen, la preocupación es expansiva: si no se permitió el acceso
de cámaras, Blackberrys, Ipads, Laptops, y otros gadgets, así como hacer
llamadas, y mucho menos, twittear durante los argumentos orales de los Affordable
Care Act Cases, ¿entonces, cuándo será?, ¿acaso la Corte seguirá atrapada
en un flashback sepia?
Entre los
escombros de proyectos nonatos que se expanden hasta donde la vista alcanza, la
vida sigue, y retomando el epígrafe de esta nota, los Justices, ajenos
al acelerado metabolismo institucional de la era digital, proseguirán por
ahora, con su discreta elegancia.
Final
alternativo (léase solo si no desea que se transmitan por televisión las
sesiones de la Corte Suprema)
Ya es posible
contar, el mismo día de la sesión con las transcripciones de los argumentos
orales y sus respectivos audios. ¿Cuánta comprensión adicional podría obtenerse
con el simple hecho de ver a todo color las caras de los Justices y de
los abogados presentes? La transmisión por televisión de los debates del
Congreso, como institución eminentemente política, es saludable y perfectamente
entendible al ser este la arena de lucha democrática de la que los votantes
esperaran obtener la mayor información posible.
Pero televisar
los argumentos orales podría ser una punción de consecuencias impredecibles
para una institución eminentemente jurídica que necesita trabajar al margen de
las más sutiles presiones políticas y mediáticas. Poco abonaría la televisión
al prestigio institucional de la Corte, que de suyo, cuenta ya con altos
niveles de confianza ciudadana, muy por encima de los otros dos ramos del
gobierno.
Por tanto, como
dice Charles Lane, las cámaras de televisión en los argumentos orales de la
Corte no serían más que una solución en búsqueda de un problema, dando al
traste con uno de los pocos procedimientos en Washington DC que aún puede ser
considerado como solemne. ¿Realmente le interesa que el Justice Thomas
rompa su silencio?
De
la Revista Nexos
Alejandro
Anaya Huertas. Licenciado en
Derecho (UNAM); maestro y candidato a doctor en Administración Pública (INAP).
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